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24 abr 2011

Son las nueve y diecisiete, me levanto, tomo un té aun en pijama, miro las noticias, leo las primeras dos paginas del diario porteño menos fachista y vuelvo a necesitarte.
Nueve cuarenta y cinco, me cambio con las prendas de dia, no encuentro las botas que combinan, y eso es una buena excusa para desordenar el desorden, y vuelvo a necesitarte.
Aguanto esas ganas mientras camino por 9 de Julio las ocho cuadras que separan la que es mi casa del supermercado, y me sigo aguantando a medida que voy eligiendo consumista y ciegamente cosas de las góndolas que seguramente se pudriran en unos dias en la heladera que separa la pared de la mesada, y aguanto un poco mas en la fila eterna de la caja que nunca es rapida, y sigo necesitandote.
De vuelta las ocho cuadras, nunca por el mismo camino. Miro la puerta del multipisos que me acoge (si sos basico y no entendes, es un edificio), los conejos pegados en el quiosco de revistas, las pintadas de aerosol que nunca entenderé, y sigo camino hasta San Juan, el saludo a Lele es algo obligado a diario. Pero no me olvido de vos, y te necesito.
Adentro de mi casa ya son las once, creo que coincide con el horario de afuera, y ya no me aguanto. Te busco donde se que estas, tenes forma de lata pequeña, y rapidamente te hago parte de mi. Y ya no te necesito.
Vamos tirando arriba con la nariz lastimada, la gente nos mira en el subte, pero te aseguro que llegada la tarde ni vos ni yo nos vamos a acordar.
Nos volvemos a encontrar en el baño del local y asi no hay esmalte que aguante. Ahora adoptaste otra forma y te envuelve un papel plata descartable. La mandibula se traba otra vez y otra vez Elite vuelve a obtener ganancias.
Las seis y media es la hora del regreso, el subte esta lleno y no vemos la hora de llegar. Cuando ese anhelo se vuelve materia estamos juntos otra vez, esta vez el esmalte no importa, ni siquiera importan las fosas nasales.
La diferencia entre vicio y adiccion es la necesidad.

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