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7 may 2011

Si el odio que me da verte se convirtiera en palabras, ésto seria un libro, de esos libros laaargos, de mas de setecientas paginas, sin ilustraciones y con fuente de texto pequeñita pequeñita. Si se convirtiera en comida, seria un restaurant cinco tenedores, pero modalidad libre, de esos que podes comer todo lo que quieras, comer-repetir-comer-repetir-comer-reventar. Si el odio que me despertas se transformara en ecuaciones, seguramente seria la suma de infinitos numeros, multiplicados por infinitos, divididos por letras, elevados a la infinita potencia, y tardarias en leer el resultado lo que tardas en leer la biblia en mandarin. Si se transformara en un pozo sin dudas seria el que comunica capital federal con la china misma, cavado con una cuchara de postre, parecido al que me sumerge, solo que éste ultimo tiene fondo.
Cuando hablo de odio hablo de ese nudo en el centro del pecho, que sube a la garganta, y sale en forma de puteada; de esa fuerza que se siente en los puños, que te hace apretarlos hasta clavar las uñas en las palmas y sangrar; de esa traba en la mandibula y ese vacio, como si te tomaras toda junta la milonga de la bolsa por boca.
Y no vengan con que el odio es un sentimiento malo y ese discurso trillado. El odio es como el amor, pero reversionado. Entonces, yo en vez de amarte, te odio.

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