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25 abr 2010

Estaba amarrada con correas de cuero en una estrecha litera de estructura de acero. El correaje le oprimia el torax. Se hallaba boca arriba. Tenia las manos esposadas a la altura de los muslos.
Hacia mucho tiempo que habia desistido de todo intento de soltarse. Se encontraba despierta pero con los ojos cerrados. Si los abriera, solo veria oscuridad; la unica luz existente era un timido rayo que se filtraba por encima de la puerta. Tenia mal sabor de boca y anciaba lavarse los dientes.
Una parte de su conciencia aguardaba el sonido de unos pasos que anunciaran su llegada. Ignoraba que hora de la noche seria, pero le parecia que empezaba a ser demasiado tarde para que él la visitara. Una repentina vibracion le hizo abrir los ojos. Era como si una maquina se hubiese puesto en marcha en algun lugar del edificio. Unos segundos despues ya no estaba segura de si se trataba de un ruido real o si lo habia imaginado.
Tachó un dia mas en un su mente.
Era el dia numero cuarenta y tres de su cautiverio.
Le picaba la nariz y giró la cabeza para poderse rascar contra la almohada. Sudaba. En la habitacion hacia un calor sofocante. Llevaba un sencillo camison que se le arrugaba en la espalda. Al mover la cadera pudo atrapar la prenda con los dedos indice y corazon para irla bajando, centimetro a centimetro por uno de los lados. Repitió el procedimiento con la otra mano. Pero el camison habia hecho un pliegue en la parte baja de la espalda. El colchon estaba abullonado y era muy incomodo. Su total aislamiento provocó que todas las pequeñas impresiones, en las que no habia reparado en otras circunstancias, se manifestaran. Las correas estaban un poco flojas, de modo que podia cambiar de postura y ponerse de lado, pero, entonces, el brazo que le quedaba debajo del cuerpo se le dormia.
No tenia miedo. Pero si una rabia contenida cada vez mayor.
Al mismo tiempo, la atormentaban sus propios pensamientos, que se transformaban constantemente en desagradables fantasias sobre lo que iba a ser de ella. Odiaba esa forzada indefension. Por mucho que intentara concentrarse en otra cosa para pasar el tiempo y olvidarse de su situacion, la angustia siempre acababa por aflorar. Flotaba en el aire como una nube de gas que amenazaba con penetrar por sus poros y envenenar su existencia. Habia descubierto que la mejor manera de mantener alejada esa angustia era imaginandose algo que le transmitiera una sensacion de fuerza. Cerró los ojos y evocó el olor a gasolina.
Él se encontraba sentado en un coche con el cristal de la ventana bajado. Ella se acercó corriendo, echó la gasolina a traves del hueco de la ventanilla y encendió una cerilla. Fue cuestion de segundos. Las llamas prendieron en el acto. Él se retorcia de dolor mientras ella oía sus gritos de horror y sufrimiento. Percibió el olor de la carne quemada y otro mas intenso, a plastico y espuma, producido por los asientos que se estaban carbonizando.
Es probable que se hubiera quedado traspuesta, porque no oyó sus pasos, pero se desperto nada mas. Al abrirse la puerta la luz la deslumbró.
Él habia llegado, a pesar de todo.
Era alto, ella ignoraba su edad, pero se trataba de un adulto. Tenia el pelo enmarañado de color caoba, llevaba gafas con montura negra y una perilla poco poblada. Olia a colonia.
Odiaba su olor.
Permaneció al pie de la litera contemplandola durante un largo instante.
Odiaba su silencio.
Su cara se hallaba en la penumbra. Ella solo apreciaba su silueta. De repente le habló. Tenia una voz grave y clara que acentuaba pedantemente cada palabra.
Odiaba su voz.
Le dijo que, como hoy era su cumpleaños, la queria felicitar. El tono de su voz no resultaba ni antipatico ni ironico. Mas bien neutro. Ella imaginó que él sonreia.
Lo odiaba.
Se acercó mas y fue hacia el cabecero. Le puso el dorso de su mano humeda en la frente y, con un gesto que tal vez quisiera ser amable, le pasó los dedos por el nacimiento del pelo. Era su regalo de cumpleaños.
Odiaba que la tocara.
Él le habló. Ella lo vió mover la boca pero se aisló del sonido de su voz. No queria escuchar. No queria contestar. Le oyó elevar el tono. Su voz tenia un deje de irritacion debido a su falta de respuesta. Le habló de confianza mutua. Al cabo de unos minutos se calló. Ella ignoró su mirada. Luego él se encogió de hombros y empezó a ajustarle las correas. Le apretó el correaje del pecho un agujero mas y se inclinó sobre ella.
De repente, del modo mas bruco que pudo y hasta donde las correas le permitieron, ella se giró a la izquierda, alejándose de el. Subió las rodillas hasta la barbilla e intentó pegarle una fuerte patada en la cabeza. Apuntó a la nuez y con la punta del dedo de un pie, le dio en algun sitio por debajo de la barbilla. Pero, como él estaba prevenido, ya habia apartado el cuerpo, de modo que todo quedó en un ligero golpe, apenas perceptible. Intentó darle otra patada pero él ya se encontraba fuera de su alcance.
Dejó caer las piernas sobre la litera. La sábana de la cama colgaba hasta el suelo. El camison se le habia subido muy por encima de las caderas.
Permaneció quieto un largo rato sin decir nada. Luego se acercó hasta el correaje de los pies. Ella intentó subir un pie, pero el le agarro un tobillo. Con la otra mano le bajo la rodilla a la fuerza y le aprisionó el pie con la correa. Pasó al otro lado de la cama y le inmobilizo tambien el otro pie.
De esta manera quedaba completamente indefensa.
Recogió la sábana del suelo y la tapó. La contempló en silencio durante unos minutos. En la penumbra ella pudo sentir su excitacion, a pesar de que él no la demostro. Pero seguramente estaba teniendo una ereccion. Ella sabia que él deseaba acercar una mano y tocarla.
Luego el dio media vuelta, salió y cerró la puerta. Le oyó echar el cerrojo, cosa completamente innecesaria, ya que ella no tenia ninguna posibilidad de soltarse.
Se quedo varios minutos contemplando el fino rayo de luz que se filtraba por encima de la puerta. Luego se movió, intentando hacerse una idea de lo apretadas que estaban las correas. Fue capaz de subir un poco las rodillas, pero tanto las correas de los pies como el resto del correaje se tensaron en el acto. Se relajó. Permaneció completamente quieta mirando al vacio.
Aguardaba. Fantaseó con un bidon de gasolina y una cerilla.
Lo vio empapado de gasolina. Podia sentir la caja de cerillas en la mano. La movió. Produjo un sonido aspero y seco, la abrio y eligio una. Le oyó decir algo pero hizo oidos sordos y no escuchó sus palabras. Vio la expresion de su rostro cuando acerco la cerilla al rascador. Oyó el chasquido que el fosforo produjo contra el rascador. Fue como el prolongado estallido de un trueno. Todo ardió en llamas.
Una dura sonrisa se dibujo en sus labios. Se armó de paciencia.
Esa noche cumplia trece años.

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